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- .3J - didácticos; descripciones y relatos de hechos, re– futaciones enérgicas y vehementes de los errores y vicios de su época, y afectos, por último, que vie– nen con el acto de contrición, apasionado y tierno. Así como hoy mucho.,; Sres. Obispos mandan expla– nar un punto catequístico en el exordio de los ser– mones, el Beato Diego intercala generalmente dos ,imora!idades )) o puntos catequísticos, que son casi, siempre una aplicación práctica de la doctrina expues– ta. Esta rápida variación de materia y de tono quita al discurso la uniformidad de entonación; pero en cambio nos ofrecen estas «moralidades )> unos cua– dros acabados de los errores y vicios de su tiempo,. en los que conculca y tritura con apostólico furor a los impíos y u sus máximas, siendo de notar que no, son un cuerpo extral'io al discurso, sino una serie de· consecuencias de é! deducidas. Son estos sermones bastante largos-a sus oyen– tes no se lo parecían - y se explica esta extensión, porque al reunirse una ciudad y toda una comarca para oírlo , no se contentaban con una dedada de· miel, ni con un sermón de veinticinco minutos. Más de dos horas se llevaba hablando: al auditorio le pa– recían instantes. Lo que nos queda de estos sermones es una par– te insignificante, comparada con los 5.000 que debió predicar. Y aun éstos son de tema obligado, en su mayoría oraciones fúnebres, el género oratorio que menos se presta al lucimiento, si exceptuamos los– panegíricos de la Magdalena, Santa María Egip– ciaca y S. Pedro Mártir de Verana, verdaderas pie– zas oratorias. En esquemas y croquis hay una consi– derable riqueza. Perjudícales, volvemos a repetir, su anticuada impresión y la ortografía ant igua, que desaparecería si se llegara a una impresión moderna y esmerada de sus obras, de las cuales todo el juicio

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