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- 347 - sensualidad, nosotros sentimos viva simpatía por es– te santo de carne y hueso, que siente todas las mise– rias de nuestra naturaleza, y lucha y sufre dudas que lo atormentan, demostrándonos que debajo del santo está el hombre; pero el hombre asistido por la gracia divina, que defendiéndose con la humildad, la penitencia y la oración, nos enseña cómo debemos portarnos en las luchas contra la carne, enemiga de– clarada del espíritu. Modestia y compostura .-Desde nífio tuvo es– pecial amor a esta virtud, haciendo, en la camita donde dormía con otros hermanitos suyos, una sepa– ración especial para él; de joven se notó en él rara modestia y compostura; de sacerdote hizo pacto con sus ojos de no levantarlos del suelo y de no mirar a la cara a mujer alguna. En la guarda de los sentidos, sabiendo que ascendit mors per fenestras, que la muerte del alma entra por las ventanas de ellos, en la guarda del corazón para que no lo aprisionase ninguna criatura y en la huida de las ocasiones y pe– ligros, fué vigilante y extremado. Y conociendo, sobre todo esto, la sentencia divina: Scivi quia non possum esse continens nisi Deus det, dedicó to– dos los días media hora de oración a meditar en la virtud de la castidad y a pedírsela fervorosamente a la Virgen Santísima . En las festi vidades de Nuestra Señora renovaba ante ella su voto de castidad, y profesaba una tierna devoción a Santo Tomás de Aquino, cuyo cordón usó muchos años y al angélico San Luis Gonzaga, a los que rezaba diariamente, terminando con la oración: Celestium donorum dis– t ributor, Deus ... Recato del Siervo de Dios. - Fué grandísimo el cuidado que tuvo consigo mismo en orden a la honestidad de su persona. No se mudó el hábito– escriben sus biógrafos -sino en la oscuridad y esta
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