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-341- to de papel; por lo común contestaba las cartas én el blanco que traían; escribía sus sermones en sobres y en pedazos de cartas, como se ve en manuscritos suyos, que son carfas de Arzobispos y otros perso– najes, y por ello tienen más interés. Hablando con un religioso, que se lamentaba de que no le escribiera con más extensión, respondió: - «No lo hago, por dos motivos: primero porque absolutamente no tengo lugar; segundo, porque me da escrúpulo consumir tanto papel en cosa de tan poco provecho ,> Rara vez se vió otra luz en su celda que la del día. Para leer los correos, rezar lo atrasado, estu– diar de noche , poníase debajo de la luz del claustro, unas veces de pié, otras de rodillas o sentado en el mismo suelo, porque no juzgaba que era esto razón suficiente para encender la luz en su celda. En las mismas cedulitas, crucesitas, estampas, rosarios y objetos de devoción, llegó a tener escrúpulos de re– partirlos, aunque se los regalaban y no tenía que re– currir al dinero o pecunia . Sólo después de seria consulta a su Superior y a su Director, se resolvió a segu irlos repartiendo para satisfacer la devoción de los fieles. Pobreza apostólica. -No consintió llevar pro– visiones para los caminos. En S. Roque, como deja– mos dicho, advirtiendo que le preparaban provisiones, se salió de madrugada de la casa, y cuando un cria– do del Síndico salió en busca de él no le fué posible alcanzarlo. En los demás viajes, cuando le era posi– ble, pedía limosna o llevaba algunos mendrugos de pan y alguna fruta todo lo más, y esto en considera– ción a sus compañeros, y cuando se trataba de pade– cer hambre o los rigores de la santa pobreza, su ale– gría no conocía limites. Recuérdese una vez más el suceso de la Mancha , cuando los encerraron en un 23

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