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-30- sobrenatural cuando está en el púlpito, nos induciría al error. Porque si fuera exclusivamente así, este hombre se vería comprometido en las consultas, dic– támenes, confesonario, juntas de teólogos y todo lo demás que trae consigo el ministerio, donde perde– ría por su ignorancia lo que en el púlpito había con– qu istado. Y no es así, porque vemos a Dios velando por el decoro, el prestigio y el éxito del que le re– presenta; vemos al Beato Diego hacer milagros por carta, y resolver delicadísimas consultas, y descu– brir el fondo de las conciencias, y leer en el porvenir; y por esto todo lo suyo ha de leerse con grandísima atención, porque nos encontramos una página subli– me donde menos la esperábamos, y vemos a esa luz reflej a, deri vada de la luz directa, envolviendo e iluminando todos sus escritos. Nosotros, para dar en un símil la idea exacta, o por lo menos aproximada, de su predicación impresa, compararíamos al Beato Diego a un artista, que en el púlpito nos da su obra principal, su obra maes– tra, y que después, obligado por las circunstancias, nos ofrece en sus escritos una copia no más, aunque autorizada y firmada. No tiene ni la grandiosidad, ni las proporciones, ni el genio de la obra ·maestra; pero conserva los rasgos y la manera especial del autor. Desalentado, deprimido, si se quiere, no ya ante diez o veinte mil almas ni en una ocasión me– morable y solemne, sino en la tranquilidad de la cel– da, esa fuerza impulsiva obra a más baja presión, esa luz es un reflejo de la luz vivísima y deslumbra– dora, y esos sermones son un trasunto de su elo– cuencia soberana. El Beato Diego en estos discursos presenta una gran variedad de tonos. Porque unas veces usa el tono solemne y otras pasa rápidamente al tono fat'hiliar. Hay párrafos expositivos y doctrinales o

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