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-336- En las comidas hemos visto, al tratar de su peni– tencia. los medios de que se valía para no comer viandas delicadas, probando raras veces la carne y alimentándose casi exclusivamente de pan y frutas, alegando que su ardiente complexión y sus males no le permitían otras clase de comidas, y que, como buen andaluz, lo que le sentaba era el gazpacho. Ja– más, como hemos visto, pidió ni un vaso de agua, ni dijo que era hora de comer, ni que le desagradara una comida, ni ofendió a la santa pobreza, padecién– do gustoso hambre y privaciones, como verdadero pobre de Cristo. Pobreza seráfica.-En su celda no había sino una pobre cama con tres tablas, una almohada de paja y una manta, aun en los rig urosos fríos, una me– sa sencilla con un Crucifijo, unas estampas de papel y el breviario, un banquito de madera para sentarse, tintero, pluma, el báculo y el sombrero de palma, fo– rrado de tela impermeable, para sus via jes. En sus excursiones apostólicas no solía llevar sino el Cruci– fijo, el breviario y la Santa Biblia, porque, decía, que más le servía de escudo y defensa que no de peso. Ordinariamente no admitía estipendio por sus sermones de Misión, ni manejaba dinero. En la Mi– sión de Jerez, el AyuntamiE:nto, para expresarle su gratitud , le hizo un regalo. Al serle presentado, se quedó como suspenso y contestó: -Vuelvan ustedes cuanto traen a los señores que lo envían, y díganles de mi parte que yo des– honraría mi ministerio y carácter si admitiese de ello la parte más pequeña ; que no me expongan a oir el día de mi cuenta estas palabras: «Ya recibiste el pre– cio de tu trabajo »; que agradezco en mi corazón es– ta atención etc. - «¿Pues qué hemos de hacer de lo que traemos

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