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-334- ¿Quién puede resistir a un Apóstol, que pasa por los palacios, asiste a los banquetes, es servido y cor– tejado por las grandezas humanas, dispone de la voluntad de los pueblos, y no se contamina? No le llama la cama blanda, porque se acuesta en el suelo; ni la mesa opípara, porque la santifica con el ayuno; ni el vestido delicado, porque no hay manera de que lo admita; ni las riquezas porque las desprecia; ni la ostentación, porque la huye; ni la soberbia, por– que no la conoce . Así a pobres y ricos puede predi– carles la doctrina de Cristo crucificado, el desprecio de los bienes de la tierra, la resignación cristiana en la pobreza y el dolor . Así puede acabar con los ban– dos, con los pleitos, con las injusticias, con los inte– reses del mal, llamándolos a capítulo, y hablándoles con la fuerza de la palabra evangélica, con la auto– ridad que da la ausencia de todo interés terreno y el ejemplo de una vida pobre, austera e inmaculada. Pobreza altísima .-Desposado con la pobreza altísima franciscana, fiel imitador del Pobrecito de Asís, sabiendo que «no e~tá la pobreza de espíritu en en carecer de abundancia, ni en padecer penuria y necesidad de los bienes temporales, sino que con– siste en mirarlos con desafecto, en no desearlos y principalmente, en despreciarlos y renunciarlos por Dios, » (1) se propuso serle fiel hasta la muerte. To– do en él predicaba y anunciaba esta bella virtud. El hábito era pobre y lleno de remiendos , pero extre– madamente limpio. No lo usó nuevo, y cuando le obligaron a ello, pronto lo cambiaba por uno usado de otro religioso, alegando que por su ardiente com– plexión le causaba mucha molestia. «Aquí conocerán Vuestras Paternidades - decía- mi espíritu de morti- (1) Beato Diego José de Cádiz «El Ermitaño per– fecto », pág. 477.

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