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- 32(:j - Hizo un viaje a Antequera, se postró a los pies de su Superior, le pidió mil perdones, y por tres veces escribió al P. Provincial, poniéndose a sus órdenes sin condición alguna. En esta ocasión afirmó al Pa– dre González que , si él se lo mandase, se arrojaría a un horno encendido . Pruebas del Padre González. Ya mucho antes el mismo P. González había probado su obediencia, para ver si su espíritu era de Dios. La primera vez fué en la Mis ión, en la que le mandó predicar y le se– ñaló el a~unto. El Beato se excusó; pero a pesar de no estar preparado , predicó de la materia que su Di– rector le señaló repentinamente, y éste confesó haber aprendido en aquella tarde más que en treinta años de magisterio . La segunda vez fué en la novena de Ntra. Señora del Amparo, en la Magdalena de Sevi- 11a. Le mandó predicar de la usura . El Beato, que no recordaba bien del tratado, de suyo árido y difícil, lleno de azoramiento, dijo al P . González: - Padre Maestro , no obstante lo hablado, voy a predicar de otro asunto, que parece más conve– !11ientt'. Su Director le replicó con seriedad: -Sí, esa es su obediencia. El Beato subió las gradas del púlpito, y salió el sermón de la usura más asombroso que oyeron los nacidos . El mismo P. González acabó por decir que no podía dudarse de la inspiración de Dios. Sermón de San José.--Los Prelados de la Pro– vincia trataron a su vez de probar su obediencia. Estando celebrándose la función del Patriarca San José en la Iglesia de Capuchinos de Sevilla, al can– tarse ya el Evangelio , se llegó a él el P. Provincial, Fr. Félix José de Sevilla, y le dijo: -Vaya a predicar lo que Dios le inspire del San-
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