BCCCAP000000000000000000000178

- 325- los diputados de la ciudad que hiciese Misión en ella, siquiera por tres días. Se resistió el Beato, humilde y dulcemente, fundado en el mandato de su P. Pro– vincial, que le ordenaba pasase, concluida la Misión de Andújar, a la de Cabra, donde el pueblo le esta– ba esperando. Mas como el Sr. Obispo y los diputa– dos insistiesen, respondió el Siervo de Dios: -Señor Ilustrísimo, yo no tengo voluntad propia. Mi P. Provincial me ordena que, acabada esta Misión, vaya a Cabra. Si éste me mandase, escrib iéndole V. l., que deje esta y vaya a Jaén, al momento obe– deceré; pero, si no, me es imposible acceder a la súplica. (1) Conocemos ya el caso de Cuenca, cuando, al sa– lir el Beato , en un deshecho temporal de lluvia, vi ento y nieve, hincado de rodillas y llorando , el se– ñor Obispo, tratando de detenerlo, le decía: -- Padre Diego ¿qué dirán todos los que le vean salir de mi Palacio en un día tan crudo y lluvioso? ¿Qué juicio harán de mí? -Señor llmo: - respondió- Lo que dirán será que cumplo con la obediencia, que manda ir sin deten– ción a Zaragoza. Perdónesenos la repetición de este pasaje, en gracia del ejemplo sublime que contiene. Por dos veces esta obediencia del Beato ftté puesta a prue– ba, por el empeño del P. Francisco J. de .Cádiz de retirarlo del ministerio y nombrarlo Maestro de no– vicios. El mismo horror que tenía a las Prelacías le precipitó a hacer la renuncia, constándole que era otra la misión a que Dios le llamaba ; pero la vista de lince de su Director descubrió en ello una imper– fección, y le mandó pedir perdón a sus Superiores. (1) Vida interior y exterior por el Padre Alcober, pág. 332. 22

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz