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-320- guntó si habían visto tres mujeres, y s i las conocían , y le respondieron a una que no. Sobresaltóle aún más esta contestación , y, preocupado y pensativo , fué todo el resto del día hasta que entraron en Jerez. En vez de tomar descanso , después de un camino de muchos kilómetros , pasó la noche en oración, pi– diendo a Dios que le diera a conocer la enseñanza que le quería dar. Después de muchas súplicas y ruegos, cual si lo oyese materialmente, le fué dado a entender que aquellas tres jóvenes representaban los tres votos de obediencia, pobreza y castidad; -que los trajes rotos y andrajosos si gn ificaban los abusos, relajaciones e inobservancias que en ellos, por la astucia del demonio, se habían introducido; que las losas significaban las persecuciones que las Religiones padecían en toda Europa. cuya total rui– na amenazaba en muchas partes de ell a; y que, entre los encargos que el S eñor pondría a su cuidado, se– ría uno muy principal que con sus palabras , y mucho más con el ej emplo, procurase volver a los votos so– lemes toda la hermosura, adorno y esplendor que les corresponde por su naturaleza. Con esta luz, que a un mismo tiempo alentaba y confundía su humilde espíritu, dióle el Señor la correspondiente gracia, que no estuvo jamás ociosa. (1) El Beato Diego, defensor y reformador de las Ordenes Religiosas. - Esta visión arroja no poca luz sobre uno de los aspectos del apostolado de nuestro Beato Dieg o, primP.ro como defensor deno– dado de las Ordenes Religiosas en la persecución que entonces empezaba y había de acabar en el de– sastre de la exclaustración del 35, y segundo, como reformador con su palabra y su ejemplo del espíritu religioso dentro de los claustros. Lo hemos visto, (1) P. Luis A. de Sevilla, pág. 21 6.
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