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-318 - grados de la soberbia, que señala el Padre S. Ber– nardo, an tes bien eran a todos manifiestos los actos contrarios, o los grados por donde subió a la verda– dera hL1mildad. Su temor a Dios, su obediencia a los mayores, su paciencia en las cosas duras y penosas, su ingenuidad en manifestar y agravar sus propios defectos, la verdad con que se creía inútil e inepto para todo e inferior a los demás, su vida común y nada extravagante ni singular en lo exterior y ma– nifiesto , su tacitu rn idad y profundo silencio, su for– malidad y circunspección, su modo de hablar bajo y comedido, y su modesta compostura y religiosidad en todas sus acciones y movimientos . Ninguno podrá h3be rse olvidado de que este fué el Siervo de Dios en la práctica de esta necesarisima virtud, para que ahora se persuada con cierta y piadosa fe, de que quien así se humilló como párvulo en el mundo será grande ahora en el reino de los cielos . » (1) ( 1) Beato Diego J. de Cadiz E l Ermitaño perfec– to, pág. 497.

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