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-313- que el otro Padre les rogó se levantasen, porque los ambos habían cumplido bien con su humildad, y se levantaron al momento. (1) Ejercicio de la humildad.-Era ordinario en él cuando iba escoltado por los soldados ir mentalmen– te tirando su corazón por los suelos para que lo pi– sasen. Una noche, volviendo de predicar la Misión <le la Iglesia de Santo Domingo, le acompañaron personas de distinción. Una de ellas, que tenia más -confianza con el Padre, le preguntó: - «Padre Diego , con tantos honores y distincio- nes, con tanto acompañamiento y aplauso, con tanto gentío delante y detrás , cuando usted vuelve de la Misión, y siempre enmedio de un escuadrón de gra– naderos con la bayoneta calada ¿qué le sucede con tanto honor? ¿Qué pasa en su alma y qué cosa pien– sa en tales circur.stancias? El Beato respondió: -«En estos casos rny diciendo interiormente a Dios Nuestro Sefior: ¿Para qué tanto viento para tan poco polvo? » (2) Confesión de su ignorancia .- Sus amigos don Lorenzo y D. Nicolás Ortiz y Zárate en sus relacio– nes, hablan de este pasaje que le ocurrió en Madrid: Llegó a visitarle un Padre del Salvador, el Prefecto y uno de los que se declararon más fervientes admi– radores y panegiristas suyos, y como en la conver– sación se tratase de estudios y métodos de Universi– dades, exclamó el Beato Diego de improviso: - «¡Oh, con qué gusto me pondría yo ahora a estudiar las Santas Escrituras y los Santos Cánones! Naranjo he sido, naranjo soy y naranjo acabaré. ¿Quieren ustedes saber cuáles han sido los estudios de este Misionero llamado a la corte, y que con tan- (1) Proceso. pág. 293. (2) !bid.

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