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-30G- Sentimientos de humildad. - Según estos prin– cipios, examinemos ahora su humildad. Monumento de ella son las cartas a su Director, el P. Francisco Javier González. En todas ellas se \'e al Beato Die– go temblando siempre porque Dios puede hacer con él un escarmiento. Reconoce que la ciencia con que pred ica no es suya; que las gracias gratis datas, como el poder de hacer milagros , la profecía y la g racia de curaciones se las puede quitar el Señor, en justo castigo de su ingratitud, y ti emb la, no por la humillación que pueda a él resultarle, sino por el descrédito que padecería la palabra de Dios y la mi· sión a él confiada. De aquí resulta una de las direc– ciones más hermosas de la mística espaiiola: en el Beato Diego la pusilanimidaj, la tendencia a sepul• tarse en un rincón donde no le vean las gentes, de pedir a Dios que ro susti tuya con otro más idoneo; en el Padre González el animarlo a las más altas empresas, y cuando ya lo tiene en la cumbre, humi– llado terriblemente y hacerle ver su nada. « ¡Ah cómo veo, amadísimo Padre de mi corazón -escribe-cuanto va Dios nuestro Señor justifican– do su causa con lo que por usted me dice y propone! ¿Quién soy yo para tanto? ¿Quién es Dios para que así se acuerde de mi? ¿Y yo sin conocerlo? ¿Y yo sin advertirlo, y lo que es más sin corresponder a tanto? ¿Yo detenido? ¿Yo ocioso? ¿Yo perdiendo el tiempo? ¡Poco es esto! ¿Yo abusando de su piedad, apurando su paciencia y provocando su justicia con la disipación , con el mal uso y aun con el desperdi– cio de sus obras y de sus beneficios? ¿Y vivo? ¿Y no muero? ¿Y no reviento de dolor? ¿Y no me deshago en amor del que (olvidándose de mí) me favorece? ¡Oh Padre de mi alma! ¿Qué he de decir? Diré lo que dirían las gentes, si viesen este interior y si co– nociesen lo que soy delante de Dios: que soy el más

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