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- 301 - Divide el Beato Diego la humildad, siguiendo a San Buenaventura, en tres especies: lo que era den– tro de sí, respecto de su prójimo y delante de Dios. Lo que era den tro de sí.-En sí pensaba lo que «era » y lo que «no era ». «En lo que era, miraba su ser físico y natural, que había sido creado de la nada y formado del polvo de la tierra, que él mismo pisa– ba y despreciaba: la insubsistencia de su ser, la co– rruptibilidad de su cuerpo, los defectos de su natura• leza, lo frágil de su condición, lo limitado de sus fa– cultades, lo incierto e inconstante de su vida, los males q1e le rodean y a que vivía continuamente expuesto, todo aquello que nos da claramente a co– nocer la vileza de nuestro propio ser. Sumergíase su entendimiento en este infinito caos de su nada, y re– conociéndolo tan incomprensible por su no ser , como lo es Dios por lo infinito y eterno de sus divinas perfecciones, salia fuera de sí, y buscándose a sí propio para despreciarse, se hallaba tan reducido a la nada, que su propio no ser le abismaba y confun– día. » « En lo que más cebaba su consideración era en sus propios pecados y defectos, como materia que evidentemente nos hace conocer lo que somos en lo moral. Miraba su vida pasada entre las delicias del siglo, y se le representaba tan llena de culpas, que, horrorizado de ellas, quisiera huir de sí propio , para no ver una criatura tan abominable. Pasaba de su vida pasada a la presente, y su misma humildad le ponía a la vista un sinnúmero de defectos en todas sus acciones y en sus mismas obras buenas , de suer– te que se veía como precisado a confesar que era un hombre inmundo y el más abominable en la pre – sencia del Señor. Este conocimiento no le dejaba a– lientos para compararse con la más vil y desprecia– ble de todas Ias criat uras: no con las bestias del

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