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CAPÍTULO XX Humildad Salia decir el P. González que ce! mayor mila• gro de Fray Diego era tanta humildad en medio de tantos honores ». Es también el mayc,r de los empe– ños para el que tiene que e~cribir su vida, y ence– rrar en un capítulo lo que el Siervo de Dios sintió, escribió y practicó de esta vi rtud sublime. Defínela él con San Buenaventura: «El severísimo juicio que hace el justo de sí mismo para amar su desprecio, en fuerza del bajo concepto que de sí tiene forma– do. » (1) Cuando vemos a este hombre extraordinario, mi– nistro y enviado de Dios, taumaturgo asombroso, monstruo de su siglo , agasajado por los suyos, bus– cado por los Príncipes de la Iglesia , servido por los nobles, honrado por Universidades y Cabildos, ve– nerado y seguido con locura por inmensa muchedum– bres, rodeado y protegido por soldados para que no lo destrocen, instintivamente nos preguntamos: ¿Qué piensa este hombre de sí? ¿Qué sentimientos lleva en su corazón? ¿Cómo es posible que entre tantos honores y aclamaciones viva segura su humildad? (1) Sermón fúnebre del P. Ortiz, pag. 185

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