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-299- za los corazones grandes, y esa alegría franca y sim– pática que llena su vida y sus escritos. Si sufrió, si fué calumniado, perseguido, despreciado, abrumado de enfermedades y trabajos, supra modum, sobre– manera, una santa alegría fué el velo con que lo en– cubrió su paciencia. No nos cansaremos de repetirlo: El Beato Diego fué un santo alegre, la personifica– ción de la alegría y del buen humor. Cuando en la Mancha lo encerraron en una habitación, con gran aparato de fusiles, y tuvieron que dormir en el sue– lo, por haberlos tomado por ladrones, estuvo toda la noche componiendo aleluyas y haciendo reir a los compañeros; y cuando en el viaje a Galicia, despe– dido de una abadía con malos modos, se refugiaron en una choza, tenían que oir sus ocurrencias en aquel apurado trance . Sufrir por Cristo, y sufrir ale– gremente, mirando el sufrimiento como una prueba de la predilección divina, como venido o permitido por Dios, y responder al insulto, no con la venganza, sino con la paciencia, no con el rencor, sino con el perdón, no con la tristeza, sino con una alegría santa, es algo tan bello y tan divino, que ello nos explica el triunfo de Cristo «muriendo »; el triunfo de la Iglesia, «no resistiendo sino sufriendo »; la fuerza del Apóstol, que, como S. Pablo, pronunciando el sublime .Maledi– cimur et benedicimus, persecutionem patimur et sustinemus, blasphemamur et obsecramus, derri– baron al mundo antiguo y asentaron las bases de un mundo mejor, en el que la paciencia, la mansedumbre y la magnanimidad quitaran las espinas a la dolorosa ley del sufrir y sustituyeran a una sociedad de salva– jes, regidos por el odio y la violencia, con una ante– sala del cielo, que es la sociedad verdaderamente cristiana y católica, velada y custodiada por el Angel de la paciencia.
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