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-294 - de Cádiz, temiendo que se quedase muerto en el púlpito. Sólo r¡ueda el caso del Padre Eusebio, que nos va a relah,r el Padre Serafín de Ardales: Asperezas del Padre Eusebio.-«Estando en el convento de Madrid, hospedado en su convento de Capuchinos de la Paciencia, se la ejercitó muy bien su compañero, que era el Padre Fr. Eusebio de Sevilla. Acabada la Misión, se detuvo un día a ver la Biblioteca Real, con cuya ocasión un sujeto,. bien conocido en la corte, quiso aprovecharse de ella para llevarlo• a su casa, valiéndose para esto del Padre Benito de Cárdenas, misionero igualmente capuchino y de mucho crédito en Madrid; y los dos lo dispusieron en términos que el compañero del Siervo de Dios le mandó sirviese a aquellos señores. Verificado esto y persuadido de que ya su compañe– ro se había retirado al convento , se fué rectamente a él, evacuados sus encargos con el citado Padre Cárdenas, y estando en el refectorio, acompañado del Prelado y de otros Padres graves, entró el Pa– dre Eusebio, montado en cólera y todo fuera de sí, sin atender a alguno de tantos respetos como debía, y encarándose con el varón de Dios , le trató de im– político, y le habló del modo más extraño e irregu– lar que le inspiró su cólera y su acalorada imagina– ción; pero cuando los rel igiosos se miraban unos a otros , sobresaltados de tan no esperado accidente, se mantuvo el Siervo de Dios con los ojos bajos , sin hablar palabra, ni notarse en su semblante mutación alguna. Sólo abrió sus labios, llenos de paz y dulzu– ra, para p3cificar a los religiosos, y disculpar al que con tanta imprudencia lo había afrentado. » (1) «Al salir del refectorio y luego que advirtió que todos afeaban el hecho, tomando en su defensa la causa de (1) P. Sern fín de Ardales , pág. 107.
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