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- 280 - ,divino scbre nuestras heridas, nos inspira un acto de resignación, nos apunta un nuevo mérito y nos hace reanudar el viaje hacia el cielo, poniéndonos por ejemplo de toda paciencia a Cristo Jesús, el cual cum iniquiis reputatus est: fué reputado injusta– mente entre los impíos. Paciencia con sus enemigos. -¿Tuvo enemigos el Beato Diego? Un enviado de Dios, como él, no hubiera debido tenerlos; pero los tuvo muchos y po– derosos. Teniendo, en v irtud de su ministerio, que chocar con los regalistas, impíos y libertinos de su iiempo, el choque sobrevino: primero en Sevilla, más tarde en Madrid, Zaragoza, Galicia , y, última– mente , delatándolo a la Inqu isición . Los nobles a quienes reprendía , sus terrib le, invecti va s contra los teatros, su lu : ha no menos atroz contra la plaga so – cial de los pleitos y los odios, le proporcionaron una serie inacabable de persecuciones y disgustos, en los que tuvo que ejercitar no poco su heroica paciencia. El decir la verdad y desenmascarar a los fariseos , le valió a Cristo el Cal va rio, y el decírsela y descu– brir a los de su tiempo le costó al Beato Diego te– rribles amarguras, muchas de los l:Uales llevamos ya descritas. ¿Pero cuál.fué su paciencia? Soportó el destierro con una ad1rirable igualdad de ánimo, y en la carta al Padre Eusebio se ve que estaba lleno de alegría santa de sufri r algo por su Jesús. Al ha– cerse pública su opinión contraria al Gobierno se le pidió razó n de ella, y la dió con tal dignidad que los dejó admirados. Parece que en Sevilla más tard e le pidió la Inquisi ción razón de alguna de sus propo– siciones, y la respuesta fué tan admirable, que los dejó conmovidos . Supo que se habían reunido muchas personas de distinción para criticar su dictamen con– tra la cofradía de cómicos de Madrid, y en vez de vengarse, los llenó de elogios en cuantas ocasiones
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