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CAPÍTULO XVIII Mortificación y penitencia del Beato Diego Con la frente velada po r el sufrimiento, los ojos sombreados por la tristeza, el rostro dulcemente pá– lido y lleno de hermosa gravedad, y con todo su ser impregnado por la belleza divina del espíritu, la pe– nitencia es una virtud que va labrando la grandeza de las almas y semb rando en la tierra la alegría. El mundo pagano quiso crearla, porque la necesitaba, y formuló la moral estóica. El cristianismo es el que nos ha dado el concepto de penitencia, el tipo del penitente , la posibili dad de una expiación y de una regeneración, y, en suma, la gran virtud social, que, si se desposara con el progreso moderno, engendra– ría la paz , porque, muerto el egoismo y el ansia sal– vaje de pl aceres, re inaría el gran princ ipio de justi– cia, que debajo de sus asperezas se encubre. Entendemos por penitencia «la virtud que inclina a la detestación del pecado por ser ofensa de Dios , al propósito eficaz de evitarlo en adelante y a satis– facer a la divina justicia. ,, Para conseguir esto, ti alma inocente concibe un odio santo al pecado y a cuanto pueda llevarle a é l; siente la necesidad de do· minar sus potencias interiores y sus sentidos corpo– rales con la mortificación cristiana, y de hacer obras de penitencia, que sean expiación del pecado come– tido, satisfacción a la di vina justicia, méritos para la

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