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- 24- y adquirida, es tarea poco menos que imposible. Lo– natural y sobrenatural se mezclan y entrelazan, sin confundirse. Hay sermones, donde remonta el vue– lo, y todo es dado o infuso; otros con parte sobre– natural y natural; y sermones corrientes, como una sencill a plática o exhortación doctrinal; y por esto, respecto de su elocuencia, afirmamos lo que de la. ciencia del Siervo de Dios: que la gracia elevó a la naturaleza rea lzándola, pero si n suprimirl a y anular– la, aunque de tal manera, que se viese claramente– resplandecer la parte infusa, para que así el rendi– miento a su doctrina fuera incond icional y completo. En este cúmulo de cualidades, que rarísimamen– te se reunen en un solo hombre, está el secreto de– su elocuencia; y como na es posible representárnos– la sin haberla escuchado, de aquí el que sólo de una. manera muy imperfecta podamos reconstruir con la imaginación y el pensamiento aquellos sermones elo– cuentisimos, en los que lo sobrenatural se mostraba con toda su fuerza avasalladora. Mejor diríamos que el secreto de ella estaba en la misión divina y en el: Ego daba vobis os et sapientiam cai non pote– runt resistere omnes adversarii vestri,· porque· al final del sermón salían sus oyentes convencidos de que Dios habia hablado por sus labios. No se poseían entonces los poderosos med ios modernos para reproducir la palabra humana, y asi hemos de contentarmos con los escritos que nos quedan del Siervo de Dios. Obras oratorias del Beato Diego José de Cá– diz.- Sucede con los sermones de S. Bernardo, San Antonio de Padua y S. Vicente Ferrer exactamente lo mismo que con los del Beato Diego José de Cádiz: que no dan una idea exacta y completa de lo que fué su pred icaci ón. Mas, como es tan difícil al juzgar– los conservarse en el justo medio , vamos ª esbozar

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