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-- 273 - ella, nuestro Señor Jesucri sto, quizás como en nin– gún pueblo de Europa. Entrémonos en el interi or de nuestro Apóstol. Es el celo, la emulación noble de llevar almas a Cris– to, más fuerte que la muerte y más duro que el in– fierno. No le basta dejar convert idas y ll orando las ciudades ; no le llena hacer prodigios asombrosos; no está sa tisfecho de confesa r y defender a Cristo. España es peque11a, es pequeño el mundo , quiere lanzarse al infierno, como un león, para ar rebatarle su presa . Oigárnosle: «El interi or está deseoso de la orac ión, pero tardo en ella: ansiosísimo de consola r a los enfermos y necesitados a costa de prodigi os . Deseo también proporcionarme para ser un grande instrumento para la gloria de Di os , y que le cono?.can y veneren por grande todas las gentes: por esto se me va el corazón y le dejo ir. No es fác il decir, Padre mío , lo que este ansía es avasa ll ar al mundo y exaltar a Dios. Quisiera ani qui larme, y que, a costa mía, obrase el Se11or o renovase sus an tiguas maravil las y mise ricord ias con su pueb lo. Pero ¿quién soy yo? Esto me acobarda y hace caer de ánimo , y más el ver lo nada que obro para proporcion.arme a esta grande·empresa . » (1) «¿Qué diré a usted, Padre mío amadísimo, de lo que noté en mi , cuando leí su a111 orosisima reconven– ción que me hace por mi falta de fe, de amor, etc. de– biendo con ell o deci r: Ecce ego mífte me, y asegu– rándome qui ere mi Dios y Señor valerse de esta su vi– lísima criatura para los altos fi nes de destruir los erro– res del presente sigloy renovar el espíritu del cristia– nismo, c sa que tanto ansía mi corazón? Aquí fué el no poder seguir por sentirse el alma como en otra es - (1) «El Di rector Perfecto». Carta del 12 de junio de 1778.

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