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-272 tra te de pervertir a la nación, enseguida lo ti ene en– cima. Es un león a quien nada ni nadie puede resis– tir , y cuando se trata de que no se ofenda a Dios no conoce el día ni la noche , ni el ca nsancio, ni la fati– ga, ni la distancia, ni los trabajos. Celo, inflamado por la caridad. -Nuestro Se– ráfico Pad re San Francisco corría, como loco, por los campos y valles, gritando: ¡El Amor no es amado! Y verdaderairente el que contemple la obra de la creación y de la redención, y los tesoros de los méritos de Cristo, y lr s gracias que se de;perdician, y vea más de mil millones de almas en la infidelidad e ido!R tría, ti ene que lanzar esta exclamación desoladora y ama rga. Y si vuelve los ojos a las naciones cristianas, y las ve dominadas por el olvido, desprecio y odio hacia Jesucristo, verá que no puede obrar de distinto modo el que , sien– do hijo y di scípulo del Crucificado del Alverna, se duela y con tri ste, como Frny Diego, de que no sea amado el Amor. La posición natural será entonces la obra positiva del celo, que es mantener la fe y la moral de Cristo en las naciones cristianas, velar por sus intereses y derechos y ponerse en las avanzadas del cristianismo, que es el sitio de los apóstoles. Reconozcamos que la obra de su celo no ha podido destruirla un siglo, porque, acorralado el vic io y triunfante la fe, conviriióse Andalucía en un trasun– to del cielo empíreo, donde donde no resonaba sino el ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!; donde la aurora sorpren– día al pueblo ala bando a la Virgen Santísima ; y don– de la religi ón ha resistido pruepas tan duras como la Guerra de la Independencia y el desa rrcllo de la revolución española, sin que los impíos y revolucio– nario hayan sido aquí sino una insignifi cante minoría, levantándose sobre España para ser adorado, bende– cido, creído y reverenciado, y, aun pa ra rein ar en

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