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- 271 - por muchos 111 illares de sacerdoies y religiosos, pa– trocinada por la Virgen S anti5ima, objeto especial. de la predil ección de Dios, que la hizo su heredad y su naci ón escogida! Las inteligencias están contami– nadas por la impiedad revol ucionaria; los corazones. están llenos de soberbia, porque las divisiones, odios y pleito.; han llegado a ser una plaga social; las cos– tumbres se corrompen, porque las modas indecentes , el vicio, el juego, el libertinaje desmora li zan y pudren ciudades, pueblos y la nación en tera. Es incompren– sible la dureza de los corazones en aquel ti empo, su con tinuo provocar a D ios, su ceguera para no ver los rnstigos di vinos. Era el dtrampurnus vincula, pro– feri do por la socieda d en masa. T odos los males y castigos que nos han venido después se incubuon en la perve rsión de aquel siglo, encubierta aún con el manto de la hipocresía, y por la magnitud del casti– go puede medirse lc1 atrocidad del cielito. Celo del Beato Diego. - Ii emos visto cómo el. Beato Diego in spiritu et virtute Eline, la empren – dió con tra la impiedad , el teatro, los bailes, las moda s y los vicios de su tiempo. No se han di cho al rico , ni aun quizü por los socialistas, lo que él le di jo en Va lencic1, haciendo una exposición de sus vicios y a– plicándoles el cau terio, ni se han echado en cara a una sociedad ve rdades rnüs terribles ni más amargas. En treinta ai'íos de mini sterio, en el pú lpito, en el con– fernnario, en la prensa, en la co rrespondenc ia pri– vada ¡cuántos pecados evitó ! ¡Cuántos pecadores volvió a los brazos de Cristo! Mi lla res y mi llares. de ellos cantaní n ahora en la glori a el celo de Fray Diego. No le arredra a este Apóstol ni el destierro, ni la persecución, ni el desprecio, ni el odio de los ma– los, ni la muerte , ni el marti rio. No le intimidan los. poderosos, y todo el que hace el mal, todo el que

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