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-265 - quejarse de nadie , y fué durante su vida modelo perfecto de cari dad fraterna. España entera estaba en su ti empo dominada por el odio, plaga social de entonces y de hoy . Ciudades, pueblos, familias, todos estaban divididos por el odio, enzarzados en ruidoso f. y costosísimos pleitos, sien– do unos y otros piedras de escándalo para el pueb lo fiel. El gran Apóstol la emp rendió contra esta plaga y sali ó por los fu eros ele la caridad de Cristo , dando 1m plazo a los bandos para recon cili arse. El día del perdón de enemigos o lrnbia que reconciliarse, o es– perar la ira de Dios, que no tardaba en venir . ¡Cuán– tas veces se vió en público reconciliarse los dos ban– dos, perdonarse padres e l1ijos, sacerdotes y párrocos, a los cua les exigia perdonarse y ama rse en nombre de Cristo! Solamente por esta fase de su apostolado , quizás la más ardua y dura, merece el Beato Diego ser contado entre los g raneles bienhechores de la humanidad. Caridad con las almas del Purgatorio. - La devoción a las almas del Purgatorio y el cuidado en aplicarles sufragios, es otro ele los rasgos de su ar– diente caridad. En la oración, en la Santa Misa, en sus mortifi caciones , tenían parte muy especial las benditas almas . Sabemos por revelaciones particu la– res que Dios le mandaba las almas, y que ¿stas se le hacían presentes , para qne rogara a Dios por •ellas. En su correspondencia espi ritual con la Her– mana Antonia de Jesús Ti rado, se comprueba esta miseri cordia . Ante las apariciones de almas del Purgator :o a esta S ierva de Dios, en carta de 19 de marzo de 1798, el Beato Diego le ordena, con aprobación del Padre Francisco de Asís González: «Me dirás cuan– tas son las almas que te han hablado , quiénes , cómo se llaman, qué estado y qué Iglesia en la que están
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