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-264 - él no consintió ni recibir ni tocar dinero, y en Cádiz mo vió tanto a uno de aquellos opul entos comercian– tes, que , des pués de haber distribuido g rues as su– mas, solía decir: «Si no fuese por las estrechas obli– gaciones en que me tienen los asuntos de mi comer– cio en las actuales circunstancias de la guerra, no– quedaría en mi casa un duro que no fuese a los po– bres. No comprendo cómo ha y quien se resista a la persuasión de este hombre apostó li co» (1) Al combatir en las ciudades con tanto furor al teatro, el lujo y las diversiones; al hablar a los ricos tan terrible y duramente contra la ma la inversión de las ri quezas, les increpa bu diciéndoles que cómo tenían corazón para gastar en locuras y pecados el din ero de los pobres, cuando los hospitales, los hos– picios y casas de beneficencia estaban abandonados, y les amenazaba con la ira di vina si no socorrían a los menesterosos . Todo su empe fi o fué siempre que lo que habían de gastar en vicios , lo gastaran en obras de caridad. No 1111 capítulo, sino un lib ro podría formarse con sus doctrinas acerca de la caridad. Especialmente pueden verse sus senti mientos y modo de pensar en el sermón a la Hermandad de la Nlise ricordia de Má– laga, donde expone con ve rd aderú un ción los debe– res; de los ricos para con los pobres. Este escrito áureo, tan injustamente olvidado, lo debiera leer tanto rico de hoy, olvi dado por completo de la ca– ridad. Caridad fraterna .-Nierece párrafo apa rte la caridad fraterna del S ier vo de Dios. Rigurosísimo para sí, fué siempre en extremo benigno para sus compa11eros, procurando aliviarlos y socorrerlos en s us necesidades. No se le oyó jamás mu rmu rar ni (!) P. Luis A. de Sevilla, pág. 970.

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