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- 263 -- !agro, aun el Bea to continuaba pidiendo con el cora– zón angustiad<, : «Quisiera que cuantos vi nieran a mí los sanase ». Era conmovedor verle pasar, rodeado de sol dados, y a los enfermos clamando a gritos por su curació n, dándos e ordinariamente el caso de tirar unos las muletas , otros recob rar la vista o el oído, y volverse la familia con el paciente curado, alabando todos a Dios. Bene ficencia material .- El Beato Diego, no contento co n esto, hacía que se re partieran gran des limosnas de tri go y pan en sus Misiones. El Ilustrísi mo Sefíor Ferrer, Obispo de Nl álaga; el de Guaci ix, Ilustrísimo D. Fr. Bernardo de Lorca; el Reverendísi– mo Arzobispo de Sevilla, Marcos y Ll anes, le encar– gaban que les avisase ele las necesidades más urgen– tes en los pueblos, y po r su consejo hi cie ron grandes limosnas. Decía el de Guacii x: « Yo no sé qué ti ene el dinero que des tino para remediar las necesidades que me recomienda el Pad re Cádiz, que en vez de aminorarse me parece que se aumenta ». Lo mismo le encargaba n los Dllques de Alba, Medinace li, Arcos y otros seiiores, que por su mediación distribuyeron muchas limosnas. A unos proporcionaba el Beato Die– go carrera, a otros empleo, a las reli giosas y a las doncell as dotes y a infinidad de personas recomenda– ciones. Por su consejo se aumentaron camas en los hospitales, l11s plazas en los hospicios y casas de be · neficencia, y señoras de \' irtud se consagra ron al ser– vicio de los pobres. Toch su correspondencia está llena de actos de ca ridad, unas veces consolando a personas atribuladas, otras poniendo como modelos a ricos misericordiosos. En to das las Misiones predi caba sobre la obliga– ción de dar limosnas. Se observó que iban a manos de los pá rrocos crecidas cantidades, para que las dis– tribuyera n entre los pobres vergonzantes, porque

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