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-23:2- fermedad, o una desgracia o cal ami dad pública, que no buscara en su corazón consuelo y remedio. Los corazones duros, egoistas y metalizados no sabrán comprender esta mis ericordia del Siervo de Dios, que llenó toda su vida; este apostolado suyo, ejercido en el mundo del sufrimiento y del dolor; es– tos bellos sentimientos de un corazón noble, genero· so y tierno, puesto en contacto con la adversidad y la desgracia. Beneficencia espiritual.-No hablEmos de la limosna espi ritual de su doctrina y enseñanza, por– que ya hemos dicho lo bastante; ni del cariño y pa– cienci a con que soportaba a los pobres y los escu– chaba y atendía; ni de las veces que pueblos en teros acudían a él, pidiéndole que intercediera con Dios para que viniera la suspirada lluvia; ni ele los casos en que cargaba con los pecados de los pueblos y de ciertas almas , sino de esa preocupación constante suya en hacer obras de caridad y misericordia. No podía ver a un pobre, porque se le partía el corazón. Con ell os repartía muchas veces la comida, quedándose en ocasiones sin comer. Visitaba las cárceles, hacía Mis ión especial a los presos, y logra– ba se resignaran con sus cadenas y hasta que em– prendieran una vida de penitencifl y de virtud. Des– pués se iba a los hospitales y prodigaba palabras de consuelo a los enfermos, a los que predicaba y con– fes aba. En sus ejercicios al clero, uno de sus más espec iales puntos era que se consagraran los sacer– dotes al cuid ado de los enfermo~, presos y demás desgraciados. A su paso por los caminos, por las ca– lles y las pl azas, ponían los enfermos, como al paso de Nuestro Seiior Jesucristo, para que los sanase. Mill ares de ellos, recobraron lfl salud a costa de milagros, con sus cedulitas, cruces y Evangelios. Cuan do el Sefior no era servido de otorgarle e l mi -

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