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-253- que Dios hizo el suyo inmenso, como las arenas del mar, y porque en él puso el fuego, celestial y divi– no, de la caridad. Para entrar dentro de él y anali– zar uno por uno sus sentimientos; para verlo latir al compás de los amores divinos; para presenciar cómo se dilata, hasta querer avasallar el mundo entero para Cristo , y cómo sube a la cumbre del heroísmo y de la unión con Dios ; para admirarlo, devorndo por el celo, contristado por la compasión y la misericor– dia con los pobres ¿quién nos podrá guiar sino el mismo Beato Diego, el cual, retratando a otros, se retrató a sí mismo, y, hablando de las excelencias de la caridad, definió, sin pretenderlo, la suya? Amor de caridad.- «La caridad, plenitud de la ley, principio y fin de los preceptos y reina de todas las virtudes, es la que nos hace justos para con Dios, da el mérito a nuestras buenas obras, y nos consti– tuye coherederos con Cristo del reino de la gloria; es la que da el ser sobrenatural a las virtudes y ia que con todas ellas forma en lo moral la perfección de un alma; y es, por último, la que «uniéndola con Dios, le enseña todos los modos de agradarle.» (1) «La caridad es el vínculo de la perfección, por– que ella nos une con nuestro último y necesario fin, que es Dios, y hace que permanezcamos en él y El en nosotros. Esta, mirada en toda su lati– tud, puede considerarse, conforme a lo que enseña Santo Tomás, o en el objeto amado, que es Dios, según el todo porque puede y debe ser amado, que es infinito [lo cual sólo en el mismo Sefior cabe, no en la criatura]; o en esta , según el todo de sus fa– cultades, de suerte que incesantemente esté con acto positivo amando a Dio!> [lo cual sólo puede ser (1) Beato Diego José de Cádiz.-Oración fúnebre ,del P. Francisco J. González, pág. 81.

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