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- 249 - resuelto no negar nada a sus pasionEs. El Beato Diego , como si leyera en su interior, dirigió todo su sermón a lograr que naciera en él la virtud de la es– peranza, y en uno de sus párrafos, mirándole de hito en hito, le lanzó esta admirable sentencia: «Sólo el condenado debe desconfiar de la misericordia de Dios )) . El infeliz buscó al día siguiente al Beato Die– go, hizo confes ión general, y se retiró a unas ermi– tas a hacer penitencia. (1) Carta sobre la esperanza.-Cerremos este ca– pítulo con la carta, dirigida a un señor, molestado por tentaciones de desconfian za : t J. ,'\1. y J. Sr. D.N. de mi mayor estimación: Dios sea siem– pre con nosotros, para que en todo le agrademos. Disgustadísimo leí la de usted del 4 de mayo, por los grandísimos disparates que en ella propone en or– den al modo con que usted siente de la misericordia de Dios. ¿Dónde ha leido usted que esa misericordia no es para los que han abusado y desperdiciado sus beneficios? ¿Quiere usted con esa luciferina humildad confesarse indigno de la vida eterna? Pues qué ¿no hay otros medios para manifestar que de nosotros o por nosotros no la merecemos? ¿Quiere usted por tan impropio medio publicar sus muchos pecados pa– ra que lo tengan por lo que es , o quiere acélso mover a compasión a los que le vieren triste y mac il ento, efecto de estar poseído de los diabólicos pensamien– tos que vacía en su Célrta? Maldita sea de la Santí- (1) P. Luis A. de Sevilla. pág. 152.

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