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- ~47 - suyos, relegado al infierno, donde no ha de ver a su Jesús , cuya hermosura , cuya grandeza , cuya di vini– dad conoce por anteriores revelaciones , es cuando puede decirse que su espe ranza llega al grado heroi– co , y exhala esta frase , la más delicada y tierna de la esperanza: Etiam si occiderit me in ipso spe– rabo. «Aunque me dé la muert e en él esperaré ». Es la frase del mártir, qu e sabiendo que su Dios tie– ne poder para librarle de la tribulación y de la muer– te con un milagro , se deja inmolar en aras de la es– peranza. Desamparos, pruebas y tribulaciones. - ¡Cuán– tas veces hemos visto a nuestro Beato Diego su– friendo estos desamparos horribles y amargas deso– laciones! Se cree apartado del min isterio; que Dios le va a quitar sus dones por no haber hecho digno uso de ellos ; que en uso de sus adorables permisio– nes lo confundirá el Señor públicamente y lo pondrá por escarmiento en Iglesia de Dios. Le anuncia un alma santa que se le ha mostrado en el infierno una máquina rara y horrorosa, destinada para él, si se condena . « ¡Pobre de mí - exclama--si me pierdo eter– namente! » Pero , a pesar de creerse digno de ser réprobo , aun la esperanza lo sostiene, lo anima y lo hace esperar en la misericordia de Dios. Estas deso– laciones, estos temores de verse abandonado de Dios y arrojado al infierno debieron costarle muchas y amarguísimas lágrimas; pero, como él afirma , «ja– más me ha tocado la desconiianza en su misericor– dia ». (1 ) Eran necesarias en el Beato Diego estas tribula– ciones, sequedades, desamparos y temores, para que aquel hombre extraordinario , que caminaba so- (l) Cartas de concien ci a, ~ de octubre de 17K-I. X
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