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-239 - tos horribles, en lo.; que Fr. Diego y los suyos sólo esperaron el destierro. A los que le hablaron del grandísimo peligro que corría, acostumbraba res– ponderles: «Si me destierran, mejor. Con eso iré al Japón a padecer martirio. » (1) Ansias del martirio.-Y que esto no era sino un deseo vehementísimo de su corazón, lo prueban estos sentimientos: «Quisiera derramar mi sangre y dar la vida por Dios, por su fe y por su Santa Iglesia, a la que me infunde su carta un amor tal, que me sería dulce el martirio, si con él lograse darle algún ali– vio, seguridad e incremento. » (2) «Usted me dice que tal vez estaré atediado de que siempre me encarga y me repite una misma cosa, que es la fe, y yo le respondo que ese es para mí el maná que nunca fas– tidia, porque trae consigo el gusto y sabor que usted quiere y yo necesito; y cuando leí su expresión, me ocurrió al pronto: ¿Cómo, Padre mío, ha de fasti – diarme, si este es al modo del canticum novum de los bienaventurados? No, Padre de mi alma, no es así. Cada vez que usted me lo repite, aunque sea en una carta o en un renglón mismo, tiene nueva inteli– gencia, distinta eficacia y un todo nuevo que no sé explicarlo. » (3) «En esta semana pasada-vuelve a escribir-me sobrevino una mañana en mi distraidí– sima oración un ingente deseo de que mi fe fuese tan– t a, que supliese la que no tienen cuantos carecen de ella en e l mundo, durante el tiempo de mi vi da. Ofrecí a Dios mi deseo y lo esforcé cuanto me fué (1) /-\ludía a los mártires japoneses, entonces re– cién beatificados y hoy canonizados . (2) «El Director Perfecto». Carta de 19 de agosto de 1777. (3)• .- «El Director Perfecto,) . Carta del 18 de junio. de 1779. , / /

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