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-236 - Padres, Tradición, Sagrados Concil ios y en la auto– ridad infalible del Sumo 'Pontífice, no hay palabras para exp licar con qué reverencia, con qué ansias, con qué amor trataba a la divina revelación. Leía diari amente la Sagrada Escritura de rodillas, la in– terpretaba admiraolemente, y al acaba r de leerla, la estrechaba contra su corazón o la ponía sobre su cabeza. T enía un cuidado especialísimo en apoyar su pred icación, dictámenes y opiniones en los Santos Padres , S. Concilios y en la Tradición , llegando a apropiarse su estilo, v no nombrándolos nunca sino con grandísimo respeto y reverencia. Jamás nombró a un Santo Padre, Concilio o Expositor , sin ante– pone r las palabras de santo o sagrado. La venera– ción a los Sres. Obis pos , sacerdotes y templos res– pondía a esta virtud profunda de su fe. Su entrañable amor a la Santa Ig lesia, su piedad filial hacia la sagrada persona del Vicario de Cristo, fueron como las de un perfecto hijo del Seráfico Pa– tri arca . Todos los días rezaba la oración pro Eccle– sia y oraba por el Sumo Pontífice. Cuando llegó a España la noticia de la prisión y destierro de Su Santidad, el Beato Diego hizo mil proyectos de acompañarlo y consolarlo, y ya hemos visto que no cesaba de llorar y de hacer penitencia por el Vicario de Cristo, y leido sus conmovedores párrafos , como de un hijo que ve '1 padecer a su Padre. Fe en los preceptos.-Hermana gemela de su fe en los misterios era su fe en los preceptos , aten– diendo, no solamente a cautivar su entendimiento en obsequio de la verdad revelada , sino a ligar su vo– luntad con la práctica de toda la ley, porque la fe sin las obras es muerta. La fidelidad es la ley del amor , porque el amor necesita de la fe , y basta que el alma santa conozca que la ley o el precepto viene de Dios , para que voluntaria y amorosamente los

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