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- 234- su impiedad, es más grande aun, cuando anuncia pa– ra consuelo de los buenos y ánimo de los pusilánimes y tímidos la completa derrota de la incredulidad de nuestros días: Venient ad te curvi /ilii eorum qui /zumiliav erunt te, et adorabunt vestigio pedum tuorum omnes qui detralzebant tibi. (1) «Vendrán encorvados lo ; hijos de los que te quisieron humillar, y adorarán los vestigios de tus plantas todos los que te calumniaban ». Vaticinio que vemos cumplido aho– ra, en los hijos de los incrédulos de ayer, que lla– man, temblando ante la acción del terrorismo, a la Iglesia para que los salve. Perdónenos el lector que insistamos tanto en estos conceptos , aun a trueque de repetirnos. No se trata aquí de un santo eremita, sino de un hombre, cuya fe influyó en las ideas y en las costumbres de su siglo. Hemos visto al heroe, cubierto con la coraza de la verdad y con el escudo de la fe, que dejó a la impiedad vencida en toda la extensión de España. Penetremos y adentrémonos en su corazón, porque no es simplemente una fe cualquiera la que exige la Iglesia al santo para colocarlo en los altares, sino una fe heroica, dispuesta a las más altas empresas y capaz hasta de sufrir por Cristo la prueba del mar– tirio. Est autern lides s¡Jerandarum subsfantia re– rum argumentum non apparenfiunz. (2) Es la fe la sustancia de las cosas que se esperan, argumento de las cosas que no aparecen. Precisando más, y de– finiéndola como virtud teológica, es el hábito sobre– natural, infuso, que inclina al entendimiento a abra– zar firmemente las verdades reveladas por Dios, en virtud de la autoridad del mismo Dios que las revela . (1) Id. pág. 413.-lsaías L. X. - v. 14. (2) Hebr. XI.

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