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-233- «Tienen su medida o número determi nado las cul– pas que Dios ha de perdonarnos o de permitirnos, y. cumplido este, se sigue indefectiblemente el castigo o la eterna perdición de aquella alma, familia, pue– blo, provincia, nación o reino en quien esto se veri • fica. >> (J) En una de las horas más solemnes de la historia de España, su figura crece y se agiganta, precisa – mente cuando su patria , con locura suicida , hace causa comúh con la irreligión y la impiedad. No so– mos nosotros los que lo decimos: es él mismo, el que se compara con el ángel de Ezequiel, que avan– za, seguido de otros cinco ángeles, hacia el centro de Jerusalén para señalar con el Tau las frentes de los que gimen. Cuando, a causa de su incredulidad, España Va a ser tratada como J erusalém por Nabucodonosor, y la sangre se derramará a raudales, y las ciudades serán arrasadas, y demolidos los templos, y los reyes lle– vados a la cauti vidad, y liquidado el primer imperio del mundo, y solamente reinarán por todas partes la desolación y la ruina, el Beato Diego José de Cádiz, antes que esto suceda, dirá de si, en la segunda Mi– sión de Sevilla que es el ángel de Ezequiel: Signa T!tau super frontes uirorum gementium, (2) el que escribirá el nombre deDios sobre las frentes de los no contaminados, que gimen en silencio por la aposta– sía de su patria, y sobre los convertidos por la predi– cación del Enviado del Señor , únicos que se salvarán de la serie de castigos que van a caer sobre España. Si grande es el Beato Diego, anunciando con pa– labra profética los males que \'endrán a España por (1) Beato Diego J osé de Cádi z. Oración fúnebre del V. P. Ruíz, pág. 403. (2) Ezq. IX·4.

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