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- 228 - nuestro Seráfico Padre S. Francisco, que le diese un estrechísimo abrazo y le imprimiese interiormen– te sus sagradas llagas, cuya noticia hemos tenido de un alma tan justa y de tanta autoridad, que bastaría nombrarla para que nadie excitase en su ánimo la menor duda. » (1) ¡Qué lástima que este hecho no se hubiera esclarecido más, expresando las circunstan– cias de tiempo , lugar y otros pormenores, tratándo– se de un privilegio tan extraordinario! Devoción a: Sagrado Corazón de Jesús.– Nacía entonces una devoción, que había de tomar gran incremento en los tiempos modernos: la del Sa– grado Corazón de Jesús. Cuando los impíos estaban maquinando su muerte y su olvido, El abría los te– soros de su Corazón para convertirlos y perdonarlos. Entre los amigos del Corazón de Jesús señaló Cristo a Santa Margarita, a San Francisco de Asís; entre los doctores del S. Corazón, en las tiernas y delica– dísimas lecciones de su fiesta, hay que poner a San Buenaventura; y entre los apóstoles suyos al Beato Diego José de Cádiz. Era entonces esta devoción duramente combatida y envuelta en la persecución de la misma Compañía. Los jansenistas la perse– guían, tachándola de supersticiosa, los libertinos la hacían objeto de sus burlas, los mismos teólogos an· ban indecisos. El dictamen del Beato Diego, al cual acompaña el de los mejores teólogos de Málaga me– rece leerse: «Al Corazón Santísimo de Jesús lo po• demos mirar de cuatro modos. Ya como miembro o parte principal de su Deificado Cuerpo y animado (1) Fr. Antonino de Ardales. Oración fúnebre, pre– dicada en Antequera, el 9 de septiembre de 1801-Jm– presa en Antequera.-Pág. 20. P. Vicente de Grazalema. Oración fúnebre, predi– dlcada en Ecija, el 9 de septiembre de 1801-Jmpresa en la Jmpr. y Libr. de Gálvez de Antequera.

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