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-224- mo deshojado lirio, sellada su boca por el silencio de la muerte , descoyuntados los brazos, abiertos para abrazarle, apagada la vida en aque l pecho donde ienía su refugio, y enclavados los pies , ensangrenta– dos y heridos por busca rlo ; vo lverle a mirar, y pen– sar que fueron sus pecados los que le dieron muerte, que fué su sangre derramada el precio de su reden– ción, y que fu é v íctima inmolada por la salvación del hombre, era algo que derretía, tra nsformaba y transpasaba el alma del Siervo de Dios. Fr . Diego, abrazado con el Crucifijo en lo alto del púlpito era un espectáculo tiernísimo e imponente. Unas veces entablaba con él coloquios enternecedores, otras se volvía contra sí mismo, echándose la culpa del atroz deicidio; ya increpaba al auditorio, como arrojándole en cara que se atreviesen a maltratar aún más a su Cristo muerto ; ya, interced iendo entre Cristo y los pecadores, arrancaba del pecho augusto de Jesús la misericordia, y de los ojos de sus oyentes las lágri– mas, que sellaran la reconciliación con su Jesús y su Dios. Vuelto al convento, los pies del Crucifijo son su refugio, durante la noche. Después de haber me– ditado al amanecer una hora en la Pasi ón, de diez a doce de la noche empieza el Via Crucis, cargado .con una pesada cruz y meditando en los dolores del Redentor. Hace el ejercicio de la Pasión, acompañán– lodo de Gethsemaní a casa de Anás, de este a la de Caifás y al Pretorio , desde el Pretorio al Calvario y desde el Calvario al Sepulcro. Lo llega a ver en Jerez con la cruz a cuestas; lo vuel ve a contemplar en Jaén, ahora apoyándose en él para no caer; lo ve en la misma ciudad tal como estaba en el Pretorio; es visto por una reli g iosa acompañando a Jesús con la cruz a cuestas, y en Ronda le hab la el Crucifijo. La idea de Cristo, crucificado y muerto no se

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