BCCCAP000000000000000000000178

- 223 - de servirlo y de ll evarle almas no quedó si n recom– pensa. La Sagrada Humanidad de Cristo se la re• compensó, poniéndole de manifie»to los principales misterios de su vida. Le fué dada inteligencia del misterio de la Encarnación para que mirase este ar– cano en el decreto que desde su trono dió la Santí• sima Trinidad, y vió a su Sagrada Humanidad en toda su belleza , su majestad y su gloria. (1) Le ha– bló el Niño Jesús desde el portal de Belén en la no– che de Navidad, en la que, después de mostrarle es– te misterio y su dignación de nacer por salvar al mundo, le dijo: «Todo esto no te servirá de nada, si no fueres por imitación otro yo » (2); lo vió , como hemos dicho, en brazos de su Madre Santísima en su Presentación al Templo; lo abrazó muchas veces en forma de Niño ; lo contempló, finalmente , en su predicación por la Judea, tal como iba en medio de sus apóstoles , permitiéndole Ntro. Señor Jesucristo llegarse a sus sacratísimos pies y besárselos, quedan– do el alma del Beato Diego llena de espiritual y di– vina consolación; y lo contempló siempre junto a sí, como el discípulo a su Maestro y la criatura a su Dios. Devoción a la Pasión. - Esta devoción del Bea– to Diego a su Sagrada Humanidad resplandece aún más en su devoción a la Pasión de Cristo. «Si he de llegar a ser algo en la casa de Dios-manifestó una vez a un religioso-ha de ser meditando en lapa– sión y muerte de nuestro Redentor» . (3) Mirar a Cristo, apagada la luz de 5US ojos, en– sangrentada su frente divina, amoratada su faz, co- (1) Carta al P . Alcober, 21 de noviembre de 1797. (2) Carta Al P. Francisco J. Gon zález, 13 septiem– bre de 1779. (3) P . Lu is Antonio de Sevilla, pág. 122.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz