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- 18 - 11asen inmediatamente? Mi lagros, profecías, audicio- 11es a distancia, conversiones ruidosas, castigos te– :rribles, todo lo que la diestra de Dios pone en las manos de un embajador y ministro suyo, acompaña a la irresistible eloCL!encia del Beato Diego José de Cádiz. Juicio de Menéndez Pelayo.-EI autor de los Heterodoxos E,;p¡¡ñoles, D. Ma rcelino Menéndez y Pel ayo, ha dedicado al Beato Diego un a página in– mortal, que vamos a insertar y comentar nosotros: «Cerremos es te cuadro de la literatura católi ca y apologética del siglo XVIII (hoy sepultada en den– sas nieblas por el odio de los sectarios, como lo está la de l XIX) trayendo a la memoria los nombres de algunos oradores sagrados, que difundieron por todos los ámbitos de la Península la luz de la cristia– na enseñanza y acosaron sin tregua el re novado anti– cristianismo de Celso, de Porfirio y de Ju liano . Pon– gamos, ante todos, a Fr. Diego de Cádiz , misionero capuchino (1743- 1801) y varón verdade ramente apos· tólico, cuyo proceso de beatificación está muy ade– lantado . El fué en un siglo incrédulo algo de lo que habían sido S. Vicente Ferrer en el siglo XV y el venerable Juan de Av il a , Apóstol de Andalucía, en el sig lo XVI. Desde entonces acá, palabra más elo– cuente y encendida no ha resonado en los ámbitos de España . Los sermones y pláticas suyos, que hoy leemos, son letra muerta, y no dan idea del 111aravi– lloso efecto, que, no bajo las bóvedas de un a Ig lesia, sino a la luz del medio día , en una plaza pública o -en un campo inmenso, ante treinta mil o más espec– tadores, porque las ciudades se despoblaban y co– rrían en turbas a recibir de sus lab ios la divina pala– bra , producía con esti lo vulgar, con frase desaseada, pero radiante de interna luz y calen tada de interno fuego , aq uel varón extraordinario , en quien todo

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