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-215 - tó los escrúpulos y convirtió en gran misionero , que renovó los días del V. P. Is idoro, y al que debemos la letrilla Pa stora Maria etc. que t an popular se ha hecho y lo acredita de poeta castellano, sobre su fama de poeta latino; el P. Luis Antonio de Sevi · lla, bióg rafo del Beato Diego; el P. Evangelista de los Castillejos, testigo del éxtasis del Beato, an– te el S agrario de Sevilla y popular misionero, cuyo estandarte pintó Germán Llorente, autor del cuadro del 1\1.useo del Prado; y muchos otros, que por falta de datos no podemos enumerar . Es increible la propaganda que este núcleo de siervos de D ios hizo ae la devoción de la Divina Pastora . Cuadros dE: buenas firmas , estandartes de raro mér ito , relieves, grabados en cobre, escritos, fundaciones de herman dades, es cultu ras bellísimas, y aun altares y templ os, demuestran la activi dad de aquellos apóstoles, secu11dados por toda la Pro– vincia. No se pueden contemplar sin emoción los tes– timonios del fervor sublime de estos siervos de Dios, rayano en locura santa. (1) Ellos fueron los que edu– caron a la juventud capuchina en el amor y la devo– ción de la Di vin a P astora. De ellos la heredó con el celo apostólico la generación posterior, que fué glo– riosísima, entre ellos el celebérri mo P. Vélez, Arzo· bispo de Santiago de Compostela, que comparte con Balmes la hegemonía apologética en la primera mit ad del siglo XIX; su Obispo Au x iliar, el P. Manuel de (1) Con los que se han podido reunir se ha formado en el Convento de Capuchi nos de ~evilla un pequel'io museo de la Divi na Pastora , con cuadros de Tovar, Germár. Ll orente, bajorel ie ves de Susillo y preciO!ocl colección de cobres. La Divina Pastora aparece unida con la Santísima Trin idad, la Inmacula da, la Asunción, las Tres Ave Marías, el Rosario etc. y otras devocio– nes cont emporáneas.

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