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-'.211- cuadros, por lo cual su culto no era una no,·edad, sino una realidad en el seno de la Iglesia Católica. En la correspondencia del Beato Diego con el P. Eusebio de Sevilla puede verse la solicitud del Beato Diego , durante tantos años; y en la del Padre Alcober se lee este párrafo, que pinta la amarga de– cepción de nuestro Apóstol: «Habiendo puesto un Memorial sobre el Oficio de la Divina Pastora a Sus Majestades, por orden de la Reina Nuestra Señora , para que lo encomen– dasen a Roma, me pone una carta el Excmo. Minis– tro, de orden de Su Majestad, cual yo merezco. » (1) Devoró, pues, el Beato Diego este desprecio, y esperó en Dios. El cual no quería que la corte de España, culpable en su pr esencia, interviniera en este empeño y deseo de sus santos; y así, sin ella, y -cuando menos se esperaba, después de once años de súpli cas, vino la aprobación del Oficio y Misa de la Madre del Buen Pastor por decreto de la S. Con– gregación de Ritos , de 1 de agosto de 1795. Aprobación del Oficio de la Divina Pastora.– El júbilo en la Provincia de Andalucía fué inmenso. El del Beato Diego excedió al de todos. Trabajó en– tonces para que se le erigiese altar e imagen en to– dos nuestros conventos, que se le celebrase la anual novena y que le fiesta de la DiYina Pastora se equi– pc1rase en todo a la de la Inmaculada. El P. Felipe de Arda les , grande amigo suyo, or– ganizó la primera novena de Sevilla, que fué celebé– rrima. En el centro del altar mayor de la Iglesia de Capuchinos , se puso sobre hermoso risco la Divina Pastora de la V. Orden Tercera ; a un lado Su San– tidad Pío VI en actitud de conceder la aprobación del (1) Carta al P . Alcober, 17 de enero 179.J.

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