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CAPÍTULO XI Devoción a la Divina Pastora. Fueron popularísimos en Sevilla y en toda Anda– lucía los Rosarios por las calles. Salían de la Iglesia gran número de fieles de uno y otro sexo, llevando un hermoso estandarte de Nuestra Señora, a la que alumbraban y acompañaban con largas filas de cirios y faroles, cantando el Santo Rosario o la Corona. Al llegar a la plaza o al sitio determinado, sobre im– provisado púlpito, y a veces sobre una tapia, el reli– gioso dirigía a los fieles una fervorosa plática, vol– viéndose después todos a la Iglesia, donde se termina– ba de rezar el Santo Rosario. En estas procesiones demostró Sevilla sus fervores concepcionistas; en ellas, el inmortal Fr. Feliciano de Sevilla asombró a Cádiz, cuando, después de haberles dado Misión e implantado en los cuarteles la oración mental y el rezo del Santo Rosario, sacó en procesión con velas encendidas y cantando sus misterios a los tercios es– pañoles, que habían llegado varios meses antes en estado de corrupción y desmoralización espantosa, llenando de pánico a la ciudad; y en ellos aprendió el V. P. Isidoro de Sevilla, durante su estancia en Cádiz, al lado de Fr. Feliciano , a dominar a las gran– .des muchedumbres. Trasladado el V. P. Isidoro des– de Cádiz a Sevilla, continuó sacando en ella los

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