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-181- celestial Señora a este delicadísimo amor de su sier– vo Fr . Diego? Citemos los favores que le concedió. En un día de la Purificación, yendo el Beato Diego en las filas de los religiosos, que celebraban la pro– cesión de costumbre, quedóse como transportado, y vió en espíritu a la Santísima Virgen con el Niño Jesús en los brazos y acompañada del Patriarca San José, en el mismo traje y forma en que subieron a Jerusalén a presentar al Niño en el Templo. (1) Un júbilo celestial inundó su alma ; pero mayor lo debió experimentar en Ronda. Parecíale estar en una sala , puesto de rodillas . Frente a él estaba la Santísima Virgen con un vestido de nívea blancura, dando el pecho a su Di vino Niño. Toda la sala estaba llena de ángeles, con tanta majestad, compostura y devo• ción, que infundían gran respeto. La visi ón causó al Beato Diego una conmoción extraordina ria ; pero no vió con claridad ni la cara de la Santísima Virgen ni el cuerpo del Niño Dios. (2) En una segunda visión, a los pocos días, apare– ciósele la Virgen Santísima , clara y distintamente, y le puso en las manos a su Divino Hijo, desnudo , lim– písimo y amorosísimo. ¡Qué incendios de amor des– pertaría en este nuevo S. Antonio de Padua y en este segundo S. Bernardo, cuyo espíritu le había sido dado! Devoción al Santo Rosario.-Así premiaba la Santísima Virgen la devoción de su Siervo. Toda su vida estuvo consagrada a su servicio . Hemos enume• rada ya sus ayunos y penitencias en las vísperas de las festividades de la Santísima Virgen, y ahora nos toca hacerlo con sus devociones. Fué de votísimo del (1) P. Serafín de Ardales, pág. 108. (2) Tom. I - pág. 559. 13

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