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- 177 - da con Montañés y en la inmensidad de sus dolores con la Roldana e Hita del Castillo, y, finalmente, fué este pueblo genial el que hizo de su ciencia, su lite– ratura, su arte y su historia un gigantesco monumen– to a la Inmaculada Concepción, asombro de los si– glos y envidia de los pueblos de la tierra. Precisamente por ser el Beato Diego el repre– sentante legítimo del alma popular y el Apóstol de Andalucía, debió recoger y sentir en su alma las as– piraciones de su pueblo, el delirio y locura santa, que sólo aquí se comprende y siente, el ideal de las muchedumbres que no saben vivir sin la Inmaculada; que cuando sueñan, son sus ensueños ser el pedes– tal de su triunfo, y cuando sufren, la llevan a ella, como la llevó Cádiz, la patria de nuestro Fr. Diego, para que se quiebre ante sus pies la gigantesca ola de la ira de Dios que la va a sepultar e11 el abismo. Y este ideal, que llena nuestra historia, se puede condensar en el anhelo por la definición dogmática de la Inmaculada Concepción de María, ideal que no podía menos de ser también el de Fr. Diego, el que llenó toda su vida, y le hizo soñar sueños de gloria, y fué el alma de todo su apostolado, como hijo legí-– timo de la Orden Franciscana. Podemos representarnos al jovencito Fr. Diego, criado a los pies de Ntra. Sra. de los Remedios y de la Virgen de la Paz, entrando en el histórico con– vento de Sevilla. Un ambiente mariano enfervoriza su alma. Allí están los sucesores del gran Apóstol de la Divina Pastora ; en su bellísima Iglesia las lnma– culadas y las Vírgenes de Murillo impresionan su imaginación infantil, y su tierno corazón oye las re– laciones de los milagros obrados por la intercesión de la Virgen Santísima y se penetra hasta lo más ín– timo de la devoción a la Madre de Dios. A medida que su inteligencia se va desarrollando, lo lleva el

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