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-14- tostado, pero nunca pálido; y en él último tercio de su vida, el continuo dolor de estómago y de entra– ñas le hizo al Venerable tener doblado el cuerpo considerablemente por la cintura y su barba casi blanca de canas, las que principiaba n ya en el cer– quillo, que tuvo igual y firme hasta la muerte. Para su predicación le adornó el Señor también de una voz cla ra, ametalada y dulce, lengua limpia y expedita, expresión natura l sencill a, pero elegante y enérgica, propia y todos aco111oúada. Los piés del Venerable, después de su fa lleci– mi ento, fueron en el féretro objeto de admiración a cuantos los vieron, ya por su hermosa figura, ya por su extremada blancura, ya por su singularidad que se notó de haber aparecido tan limpios , blandos y suaves, que ll ama ron la atención de las gentes, quienes alababan a Dios, porque con ello quería ma– nifestar lo que con sus pasos le había agradado.)) (l} Esta es su semblanza que pudiéramos ll ama r ex– teri or, forzosamente superficial e incompleta, pues. tendremos que ir adentrándonos en su alma y consi– derándolo en sus múltiples e interesantes aspectos y examinándolo al respl andor sobrenatural de sus altí– simas virtudes. Mas, antes de cerrar este capítulo, no estará demás que prevengamos al lector acerca de la impresión que le han de produci r hechos tan· extraordinarios . Los santos son como son, y no como nosotros deseamos forjarlos. Van por el camino por donde Dios los lleva, no por el que nosotros los qui– siéramos e011duci r. Así unas veces el Beato Diego nos pa recerá de carne y hueso, como nosotros, sin– tiendo las mismas debilidades y la eterna lucha con- (1) Vida interior y exterior etc., por el Padre Al– cober, pág..31 ·, .

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