BCCCAP000000000000000000000178

-169- .en que predicase a los sacerdotes desde el púlpito, oyó esta respuesta memorable: - «No puedo, Señor, separar de mi idea el sobe– rano carácter de aquellos a quienes predico. Son sa– ·Cerdotes, y me parece que los veo en el altar con la Sagrada Hostia en las manos. Por tanto no puedo ve11cerme a instruirlos en otrn posición. » (1) Refieren sus biógrafos que esta devoción al San– tísimo llenó toda su vida: de niño, haciendo altarcitos y comulgando con frecuencia; de sacerdote, no omi– tiendo jamás el Santo Sacrifü:io ni en sus enfermeda– des dejando de comulgar; y en sus Misiones, siendo un incansable apóstol eucarístico. El acto de contri– ción del sermón de enemigos lo hacía en ellas, reves– tido de alba y estola , con la Custodia entre las manos. Era imponente y enternecedor oir al Santo Apóstol reconveni r a los enemigos y exigirles el perdón mu– tuo , pidiéndolo él, ya a su auditorio deshecho en lá– grimas , ya a su Dios Sacramentado a quien tenía en sus manos . Favores divinos. - Esta fidelidad y amor de Fray Diego al Santísimo Sacramento, fueron recompensa– dos con grandes prodigios y regaladísimos favores. Recordaremos aquí, por haberlos insertado en su lu– gar, (2) el prodigio eucarístico, ocurrido en la Iglesia de Capuchinos de Sevilla, en el altar que ocupa hoy la Divina Pastora, mientras estaba predicando la no– vena a Nuestra Señora del Amparo. El Señor le habló desde el Sagrario, di ciéndole: «¡Ven acá, Die– go mío! » y le dió un abrazo. El mismo prodigio se :repitió en Andújar, en 1798, con las mismas pala– bras y las mismas demostraciones , y, según el P. Se– ra fín de Ardales, también en Ecija durante la Misa. (1) P. Luis A. de Sevilla, pág. 99. (2) Tomo l. pág. 94.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz