BCCCAP000000000000000000000178

- 165 - go, para quien el Sagrario es cielo en compendio, asiento por concomitancia de la Trinidad Beatísima, trono y morada de Jesús en cuerpo y alma, osten– wrio divino del Corazón que más ha amado a los hombres, invención tierna y delicada de un Dios, que habiendo amado a los suyos con amor eterno, los amó hasta el fin, y se quedó entre los hombres para atraerlos, acompañarlos y santificarlos. No se puede concebir un santo sin Sagrario. Bajo las especies sacramentales mira, con la luz de la fe, en toda su belleza y majestad soberanas al Hijo del Hombre; bajo un tenue velo lo descubre su esperan– za, como lenitivo de los dolores de ausencia y como prenda de la felicidad prometida; y cerca, tan cerca que puede adorarlo y estrecharlo contra su pecho, lo adivina y aprisiona su amor, como preludio de una unión inseparable y eterna . ¿Quién podrá contar las finezas de Fr. Diego con Jesús Sacramentado? Como la Esposa de los Canta– res, mientras dormía, su corazón velaba, y, desper– tando azorado muchas veces durante la noche, corría a atizar la lámpara y se quedaba allí un rato en ora– ción. Al despertar por la mañana su primera visita era bajar a la Iglesia, ver si estaba encendida la lám– para y consagrarle las primicias del día. Empezaba después su preparación para decir Misa, consistente en larga oración, mortificaciones y aspiraciones san– tas para recibir a Dios. Confesábase diariamente , si le era posible, para que su Dios no encontrara man– cha alguna al entrar en su purísima alma. Ya en el altar, era:cte ver la majestad de su semblante, la gravedad de su porte, la rara modestia de sus ojos, la compostura de sus movimientos, la pausa de su pronunciación, la escrupulosidad en guardar las ce– remonias, y la devoción, en una palabra , con que ce– lebraba la Santa Misa . A oírsela acudía11 desde muy 12

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz