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-155 - cer entrar al Espíritu Santo e imprimir en su alma la imagen de la Santísima Trinidad, cuyo nombre puso indefectiblemente a cuantos bautizó. Pregun– tándole una vez un sujeto la causa de este empeño, respondió: - «¿Dónde hay complacencia igual, dónde hay go– zo semejante, al ver con los ojos de la fe huir los demonios precipitadamente a los abismos, descender el Espíritu Santo sobre el bautizado y a éste hacerse templo suyo con derecho a la posesión de la gloria eterna? Aquí no se da golpe en vago , aquí la gracia siempre triunfa, siempre es victoriosa ». (1 ) Verle administrar el Bautismo era edificante y hacía derramar lágrimas. Tal era el respeto y la ex– traña autoridad ·de que se revestía al pronunciar los exorcismos y la dulzura con que pronunciaba los nombres del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. (2) Hemos dicho que en todos los sermones habl aba de la Santísima Trin idad ; pero , en los dedicad0s a este misterio, echaba el resto. Nos quedan los cro– quis de algunos, entre los cuales el predicado en Má– laga es en compendio un verdadero tratado de la ma– teria. Dos aiios llevaba predicando de la mi sma festividad, y cuando parecía agotéido el asunto, un Maestro de la Orden de San Agustín, fué a oirlo , di ciendo a su compañero: - Vamos a oír qué dice Fr. D iego de la Santísi · ma Trinidad, que no haya dicho ya. Dos horas estuvo predicando el Bea to del mis- (1) P . Luis Antonio de Sevi lla , p,lg. 1 J::, (2) En infinidad de li bros parroquia les dP los pue– bl os de Andalucía se encuentrnn partidas de Ba 11tismo, firmadas por Fr . Diego José de Cád iz. Obedece a este empeño de echar a los demonios e imprimi r en las ainrns la imagen de la Beatísima Trinidad.
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