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-147- tracto de lleno en la vía unitiva y subido a la más alta contemplación. Su Director, tal vez por indicación de Sor Gertrudi s, comprendió el camino por donde andaba su dirigido; pero se equ ivocó en el medio. Creyó que el Beato debía entregarse a la contem– plación en la soledad del claustro, cuando Dios lo quería en el trnjinar continuo y en las ocupaciones del sagrado min isterio . Aquí estuvo preci::,amente el mérito de la oración del gran Apóstol. El cual, en medio de una vida agi– tadísima , en los continuos sobresaltos de la predica– ción, en los bullicios de las grandes muchedumbres, en los ajetreos de sus largos y penosos viajes,en las incomodidades del que siempre estaba en casas ex– trañ&s y sin proporción para ora r, en la obligada pre sión de espíritu de los graves y delicados negocios que le abrumaban y distraían la atención, en las per– secuciones y calumnias de sus ému los, tuvo, corno los israelitas que volvían de la cautividad, que empu– ñar con una mano la espada contra los enemigos de Dios, y con otra ir colocando los sillares del templo de su santificación, alejado muy a pesar suyo de la soledad, amiga inseparable y refugio deseado de los santos. Como practicó siempre la oración, así la enseñó en su largo ministeri o, la recomendó en sus sermo– nes, en el confesona rio, en las cartas a sus dir igidas y en todos sus escritos, con esa maestría y tino que da el trato íntimo con Dios. Las almas santas que con él trataron y gozaron de su sapientísima direc– ción, fue ron almas de contemplación extraordinaria, en las que Jesús tuvo sus delicias y a las que favo– reció con extraordinarias revelaciones, rela tivas mu– chas de ellas al ministerio del santo Apóstol. Como al Serafín de Asís, el Beato Diego veía a Dios en toda la naturaleza y todas las criaturas le enseña-

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