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-145- cha terrible, que tuvo por teatro los conventos de Cádiz y Ubrique, donde lo arrastró varias veces y lo quiso matar, combatiéndolo además con toda clase de ardides. Modo de orar. Ordinariamente tenía como mi– nimun cinco horas de ora ción, y el modo de hacerla era el siguiente: Puesto de rodillas, hacía la sel'ial de la cruz, seguía un acto de contrición, el trisagio de la Santísima Tri– nidad, el Veni Creator y el Sancta Maria et om– nes sancti etc; leía al punto de meditación, y, ejer– citándose en actos de fe, esperanza y humildad y en deseos de escuchar la voz div ina, se entraba en la oración, cerrando las puertas de sus sentidos para tratar solamente con Dios. Lo ordinario era padecer sequedades y amarguras de muerte. «Me extremez– co-decía al V. P. Miguel de Benaocaz-cuando se acerca la hora de la oración, porque es inexplicable la batalla de mi espíritu en ella. » Con todo, nunca la dejó por ningún pretexto. Estando en el convento, permanecía en la Iglesia hasta bien entrada la noche, y a11tes de que se levantasen los religiosos, levantá– base él para hacer oración. En los viajes, apartado un , largo trecho de sus compal'ieros, iba abstraído en oración, y muchas veces sucediéronle en los caminos revelaciones y apariciones celestiales. En las casas donde se hospedaba, los compal'ieros no pudieron explicarse cuando dormía, porque, acostándose el úl– timo y a media noche, a las tres y media de la ma– drugada ya estaba levantado hnciendo oración, y aun entre suefios se ie oía susp irar: ¡Jesús mío! ¡Dios mío! La Tebaida de este nuevo anacoreta fué Ronda. Nadie turbaba allí su silencio. Los bullicios que en otras partes no le dejaban día ni noche, no eran allí de temer , porque , estando todos acostumbrados a

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