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-l•i-l- luchas del alma y para resistir las altas tensi ones de l amor; es donde se alcanza la verdadera libertad de espíritu , que dignifica y ennoblece al hombre , y donde las potenci as interiores y los sentidos corpo– rales entran en una suspensión deleitosa, haciendo a la materia esclava y servidora de la parte superior; es el tálamo, donde el Esposo divino tiene sus deli– eias con el alma, su esposa, y le da a gustar las dul– zuras inefables de su unión, y éste le habla al cora– zón con palabras de regaladisima ternura; es, final– mente, donde la gracia obra sus altas y sobrenatura– les maravillas, y despegando al alma de la tierra, inflamándola en amo r de caridad y transformándola en Cristo, modela esos tipos sub limes, heroes de la santidad, que son el encanto del cielo y la admira– ción y asombro del mundo. Oración del Beato Oiego.- Todo en la vida del capuchino se subo rdina a la oración. La abs– tracción de las criaturas, el alejamiento de las urbes, la pélz y e l silenci o de los claustros, el am– biente de recogimiento que se respira, las leyes que en las Constituciones señ1:Jla n las horas a ella des– tinadas , las tradici ones venerandas de la Orden, el ejemplo y trato de los varones espirituales y con– templati vos hacen que el verdadero y espiritual fraile menor siempre ore, ya en el coro , ya en el tra– bajo, ya en el estudio. El Beato Diego bebió a los pechos de la Religión Seráfica el espíritu de la santa oración, cuando niño con Fr. julián, cuando novicio con el V. P. Francisco de Perusa y el P . Eusebio de S evi lla , cuando estudiante con el leguito Fr . Matías, cuando sacerdote con el V. P. Miguel de Benaocaz, y durante t oda su vi da con el trato de muchos reli– giosos de alta oración que llenaban los claustros por entonces. Bien pronto conoció el demonio que tenía que habérselas con un gran santo, y empezó una lu-
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