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- 143 - Francisco de Asís y San Antonio de Padua, reprodu– cidos en Fr. Diego, que también sabe escalar las al– turas del AlvPrna y transformarse en Cristo, o robar al cielo al Divino Infante para mecerlo entre sus re– galadísimos brazos. Viéramos cómo Dios le revela sus misterios y su poder divino; lo reprende unas veces y lo premia y lo acaricia otras; lo eleva hasta sí y lo deja caer después en el abismo de su nada, y se comunica con él en aquellas memorables noches que siguen a sus ruidosos triunfos, cuando se retira a orar en la iglesia silenciosa o en la tranqui la paz de los claustros solitarios. Lo viéramos, fin almente, subir paso a paso en las tres vías del espíritu, pu rga– tiva , iluminativa y unitiva, etc., hasta el momento en que el Cap, o dis o/vi, et esse cum Christo de San Pablo se escapa de sus labios, cuando el incendio del amor seráfico le hace imposible la vida. Mas ¿quién, sin ser santo, se atreverá a seguir en las alturas de la san tidad a esas águi las reales que beben en el raudal mi smo de la lúz increada? i< Es la oración uno de los actos más principales de la virtud san ta de la religión, porque en ella y con ella se le di'! a Dios el culto y reverencia que ésta , como debido, nos enseiía. Ella es para el alma lo que el sol para los vivientes, lo que el alimento para el cuerpo, y lo que el riego para las plantas, por– que sin ella no concebirá buenos y santos afectos, ni producirá los frutos de las victudes, ni conservará fá· cilmente la vida de la gracia )) . (1) Es- añadimos noso– tros-la escuela donde el santo conoce a Dios y se E1bisma en la consideración de sus perfecciones infi– nitas; es donde su voluntad se une íntimamente con Dios y adquiere el temple de acero para las grandes (1) Be □ to Diego de Cádi z. - El Ermitaño Perfecto, página 54 1.
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